La intervención psicológica para las personas con problemas de salud se centra en cambiar su modo de pensar y su comportamiento. La idea general es que aunque no pueda aliviarse el dolor, puede hacerse mucho para llevar mejor la afección de manera que mejore la calidad de vida.

Aunque estas intervenciones se denominan a veces “terapias de conversación”, suelen incluir también “actividades”, desde reflexionar acerca del dolor, cómo afecta a la vida y a las relaciones, hasta intentar adoptar nuevos comportamientos y modos de interaccionar con los demás. La forma más habitual de intervención psicológica se basa en una terapia cognitiva-conductual (TCC). En estas terapias suele animarse a los pacientes a que describan sus pensamientos automáticos que más temen y que sean conscientes de los patrones de pensamiento y comportamiento que no les ayudan. A continuación se les guía a través de planes para cambiar estos patrones de pensamiento y comportamiento y se les ofrece apoyo en sus esfuerzos para cambiar su comportamiento en el día a día.

Las intervenciones psicológicas suelen realizarse en grupo, de modo que los pacientes puedan aprender los unos de los otros y suelen formar parte de intervenciones multidisciplinarias más importantes.

La depresión es un estado de ánimo bajo, que incluye tendencia a llorar, a tener pensamientos oscuros, sensación de culpabilidad e incluso desesperación. Las personas con depresión suelen tener problemas para dormir y tienden a restringir sus actividades. Les cuesta concentrarse y tomar decisiones y, a veces, presentan cambios de apetito y peso. Quienes sufren dolor, suelen presentar malestar y preocupación y pueden sentirse aislados, desesperados e impotentes. Aunque estos sentimientos y pensamientos no indican necesariamente un diagnóstico de depresión (trastorno mental) se ha demostrado que se convierten en obstáculos para afrontar la recuperación. Cuando los pacientes que sufren dolor presentan estas emociones durante un periodo de tiempo prolongado o cuando se sienten abrumados por sus propias emociones, es útil buscar apoyo médico. En primer lugar, la mayoría de las personas acuden al médico de cabecera, quien puede que recete antidepresivos o tratamiento psicológico.

Muchas personas que sufren dolor piensan que al hacer algo o moverse de un modo específico empeorará el dolor o les causará más daño. A veces, limitan sus movimientos o evitan realizar actividades y ejercicio debido a este miedo. Existen pruebas que indican que en algunos casos, como la lumbalgia este tipo de comportamiento puede obstaculizar la recuperación y la recomendación es que los pacientes se mantengan lo más activos posible. A veces, estos miedos pueden tratarse simplemente hablándolos con el personal sanitario, como el médico de cabecera, el fisioterapeuta o los enfermeros. Sin embargo, hay personas que tienen muchas dificultades para cambiar sus pensamientos y comportamientos y es necesario prescribirles otro tipo de intervenciones, por ejemplo, terapias conductuales como la terapia cognitiva-conductual.